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Autoestima: el símil de la escalera

Seguro que habrás oído hablar de la autoestima y su importancia.

La autoestima es la valoración que las personas hacen de sí mismas. Este concepto, en apariencia simple, encierra cierta complejidad.

Para ejemplificarlo vamos a imaginarnos la autoestima como una escalera por la que la gente puede subir y bajar.

En los peldaños más bajos tendríamos a las personas que tienen baja autoestima. Estas personas tienen una visión negativa de sí mismas, suelen fijarse en las cosas que hacen mal y no en las que hacen bien y no defienden adecuadamente sus derechos ante los demás. Tienen, además, una mayor probabilidad de desarrollar una psicopatología.

A continuación, estarían las personas situadas en los niveles medios y altos de la escalera. Se sienten bien consigo mismas, sobre todo cuando obtienen valoraciones externas o consiguen algún éxito. En este grupo se encontrarían la mayoría de las personas.

Algunos de los aspectos que median en este tipo de autoestima son los siguientes:

–          Compararse y salir beneficiado. “He sido el mejor calificado de mi curso”.

–          Utilizar los objetos para engrandecernos. “Poca gente se puede permitir un coche como este”.

–          Utilizar nuestra imagen para buscar seguridad y aprobación. “Nadie llevará un vestido tan bonito como el mío”.

–          Utilizar nuestros éxitos para afianzar nuestra valía. “Soy el mejor porque me han ascendido a mí”.

–          Utilizar nuestros conocimientos y capacidades para sentirnos importantes. “¿No sabías eso? ¡Ah!”

–          Utilizar a nuestros amigos para sentirnos importantes.

Esta forma de autoestima está condicionada por el ego y no nos proporciona un sentimiento estable y pleno de amor y respeto por nosotros mismos. Además, puede verse afectada por diversos acontecimientos: al alto cargo puede ser despedido, la chica guapa envejece, los amigos pueden alejarse, etc.

Entonces: ¿Cuál es la auténtica autoestima sana?                                                                                                                                   Una persona con autoestima sana no está subida en la escalera, la contempla desde fuera y no le afecta a su vida. Según Eckhart Tolle existe otra forma alternativa de autoestima en la que no media el ego, es una fuerza que emana de uno mismo por el hecho de estar vivo. Aunque este concepto puede sonar utópico no debería sernos tan ajeno, seguro que todos podemos recordar algún momento en el que nos sentimos totalmente plenos, por ejemplo, al contemplar un paisaje conmovedor, en momentos como ese, uno se siente bien por el simple hecho de estar vivo y poder disfrutar de las cosas que nos rodean. Se trata, entonces, de aprender a generalizar y potenciar esa sensación de plenitud y paz interna.

Trabajamos nuestra autoestima sana cuando nos liberamos de las cargas sociales que nos obligan a rendir más y mejor, cuando dejamos de compararnos con otras personas, cuando interponemos una barrera de reflexión entre las críticas y nosotros y cuando entramos en contacto con nuestras emociones.

Áurea Brea Fernández.

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